Después de comentar con Posh vía blackberry su triunfal aparición en Ugly Betty, esa gran serie, me dispongo a desviar la atención de la aburrida polémica que se creó en la sección “Comentarios” en el último y estupendo post de Tía Pet.
Para dejar las cosas claras desde ya, diré que tengo todo el derecho a expresarme con libertad, no sólo porque me da la gana, sino porque la ley me ampara y además fui Miss Venezuela en dos ocasiones. No nos callarán!!
En el capítulo de hoy de Almost Beautiful, la tercera entrega de una saga aclamada por crítica y público, nuestra estrella invitada es alguien que brilla con luz (y grasa facial) propia:
Sarah Jessica Parker.

SJP: no me quedaba champú y me he enjabonao con Lagarto, lo primero que he pillao…
¿Por qué ella? Se preguntan miles de millones de seres humanos, mientras se retuercen del asco y sufren espasmos de incomprensión frente a sus pantallas. ¿Por qué SJP ha conseguido engañar a todo el mundo? ¿Es el típico caso de Síndrome del Traje Nuevo del Emperador? ¿Algún hechizo que requirió sacrificios humanos y estilísticos innombrables? No se muerdan más los nudillos, aquí estamos nosotras para desvelar el entuerto.
El secreto del éxito de SJP es que es la Mariliendre primigenia. Este término, acuñado en los ochenta por algún genio creativo de identidad disputada, hace referencia a una mujer que suele ser joven y heterosexual, y que suele tener un éxito muy relativo con el sexo opuesto y el propio. Por eso recurre a o cae en las redes de una cohorte de amigos homosexuales (que puede ser uno sólo también) para dibujar la ilusión de que se relaciona con hombres y/o de que tiene amigos. Normalmente, esos amigos, con buena intención pero haciendo más daño que bien, la convencen de que es una diosa entre las diosas, le aconsejan estilísticamente, son el hombro en el que llorar, le dan picos al saludarla, la cogen de la mano por la calle, y en fin, suplen todas aquellas tareas que suelen estar sanamente repartidas entre el novio y las amigas.

SJP: Voy a ver si me cogen en la peluquería que llevo como dos años sin ir…
SJP es fea. Fea como un cojón. Lo corroboran las famosas listas de feos y antilujuriosos que se publican regularmente para escarnio de los famosos. Pero no pasa nada, no podemos lanzar la primera piedra por eso porque tampoco lo eligió ella. Esa primera piedra la guardamos para su peinado, esa melena áspera y sucio-leonina-peliteñida de raíces oscuras y profusas (Casco oscuro, la llaman), de un tamaño tan absolutamente exagerado que cuando se hace un moño parece que tiene otra cabeza encima de la cabeza.
La siguiente piedra va para su forma física. ¿O debería decir forma tísica? Como podemos comprobar en joyas pasadas de su carrera como Ed Wood (sí, sí) o aquel glorioso capítulo de Hotel, SJP antes comía. Pero un día, más o menos coincidiendo con el cambio de milenio, masticó su última patata frita y dijo basta. Desde entonces no ha parado hasta convertirte en una especie de chupachups yonqui humano adquiriendo una delgadez enferma que no le favorece en nada y no hace sino desequilibrar su cabezón.
SJP, consciente de la extraña silueta que recortaba frente al espejo, decidió desviar la atención con sus estilismos. Otra piedra. En un arranque de desmedida originalidad se dedicó a “atreverse” (cuando alguien usa este verbo para referirse a su forma de vestir, malo) con lo más absurdo de sus diseñadores favoritos.

Alexander McQueen: Sarah Jessica, sabes que si yo hubiera sido hetero lo nuestro habría sido para toda la vida.
SJP: Ya, ya, ya…
Su propia película estilístico-mental podría llamarse “Misión imponible”: floripondios casi tan grandes como su doble cabeza, minifaldas anti-higiénicas y ofensivas a la vista, accesorios ridículamente grandes o imbécilmente pequeños, tules abullonados en zonas estratégicamente erróneas, todo ello dramáticamente acentuado por su falta de forma (Sarah, las curvas pueden ser chungas, pero las aristas lo son aun más) y su desgarbado aire de homeless, que ella pretende llevar en plan posmoderno pero no le sale. Si confundimos eso con estilo, ¿qué será lo siguiente? ¿La Aguja de Oro para Cristina Rodríguez de Supermodelo?
Pero hay una gran parte del público a la que le hace gracia. Cuidado, celebrities, esto es peligroso. Les hace gracia, no les gusta. Me juego las dos coronas de miss a que no encontrarán un sólo camionero en el planeta que lleve sus fotos colgadas en la cabina. Y luego llegó Sex and the city y para qué queremos más.
Uy, no, perdón.
Lo peor de su personaje, Carrie Bradshaw: las poses afectadas de pseudo-periodista bohemia de dintel, los modelitos repugnantes, y sobre todo, esas estereotipadas actitudes falsamente liberadas. Si está tan liberada, ¿por qué sólo piensa en casarse y en tíos, y en casarse con tíos, y en tíos y en casarse y en el matrimonio y en el compromiso y en casarse? ¿Estar liberada es tirarse a todo lo que pasa? Mi madre me enseñó que no se coge nada del suelo y menos para llevárselo a ciertas partes del cuerpo.
Y ahora viene la película, de cuyo rodaje hemos obtenido instantáneas francamente dolorosas.

Nótese que las copas del vestido están llenas de nada.
Igual es que es buena actriz, aunque esta hipótesis es francamente débil, como demuestra ese último anuncio de su propio perfume que tiene a los niños de medio mundo escondidos debajo de la cama llorando desconsolados.

SJP: Buah, tía, qué guay, se me ha ocurrido que puedo salir así como en la cárcel, ¿sabes? Como con putas y eso…
Si sumamos que tampoco ha tenido grandes taquillazos y que sigue exprimiendo la vaca de Sex and the city, ¿qué nos queda? Un caso claro de Mariliendre ensalzada de la nada.

SJP: ¡¡Ya, pero mira lo que sé hacer!!
No, SJP, te hemos pillado. A nosotras no nos la cuelas.